domingo, 6 de junio de 2010

Deportes!!



Rafa Nadal llora desconsolado, con el rostro encajado en la toalla. Está rebozado de tierra batida. Se dejó caer de espaldas cuando Robin Soderling estampó su revés contra la red. Brazos al cielo. El manacorí quiere más, y se tumba de nuevo en la arcilla de promisión. Hace poco más de doce meses tampoco pudo contener el llanto, aunque en privado, maldiciendo el dolor atenazante en sus rodillas y en un corazón herido por un asunto de familia. En público, como ayer, las lágrimas del balear son sinónimo de satisfacción por el trabajo bien hecho. La ilusión y la tenacidad con la que afronto los momentos díficiles fueron recompensados ayer en forma de quinta Copa de los Mosqueteros. Vuelve a la cumbre, recobra el número uno que en su día ni siquiera pudo defender en la pista.
Rafa Nadal es el rey, de la tierra batida, de Roland Garros y del tenis. Venció a su enemigo más temido, a su único verdugo en 39 encuentros en París. Hasta la anunciada lluvia descargó a primera hora de la mañana para ceder el protagonismo al auténtico fenómeno, al segundo tenista de la historia con más títulos en la capital francesa. Con cinco (2005-2008 y 2010), se queda a uno solo del sueco Bjorn Borg cuando acaba de cumplir los 24 años, el pasado jueves concretamente. Y ya suma siete 'majors' contando el Wimbledon de 2008 y el Open de Australia de 2009. Leyenda viva del deporte de este país, en los anales del tenis y del deporte universal.
Cuatro títulos, 22 victorias
Porque Nadal no es grande sólo por sus conquistas, como el triunfo de ayer por 6-4, 6-2 y 6-2, en 2 horas y 18 minutos, o por haber ganado todo lo que ha disputado esta temporada en tierra batida cediendo únicamente dos sets en los 22 partidos necesarios para conquistar Montecarlo, Roma, Madrid y París. Su particular genialidad reside en la capacida de superación. El respeto a Robin Soderling, el deseo de zanjar aquellos dos meses de horror en el verano de 2009 y de demostrarse a símismo que sigue valiendo la pena sufrir para luego disfrutar (una de sus máximas intocables) le empujó a ejecutar una obra maestra absoluta, tan meritoria y espectacular que hasta el Estadio Philippe Chatrier se rindió por fin a los encantos de uno de esos deportistas únicos e inevitables.
"Es uno de los días más emocionantes de mi carrera", confesó Rafa Nadal al mundo micrófono en mano. Ya lo ha conquistado casi todo –en el punto de mira continúa el Open USA–, pero esto "lo necesitábamos", como repetían los diferentes integrantes de su equipo. El manacorí, con la ayuda de su 'guardia pretoriana', los Toni, Costa, Maymó y compañía, se ha superado a sí mismo. Lo venía anunciando, pero es en los 'grandes' donde se escribe realmente la historia.
A Nadal no le gustaba nada cruzarse con Soderling, con el que había perdido las dos últimas veces (Roland Garros y Masters) y quien le había impresionado con los 'palos' con que barrió al que era defensor de la corona y nº1, Roger Federer. Su tío Toni se empleó a fondo para que Rafa creyera en sus posibilidades y se sacudiera los nervios que había arrastrado durante toda la competición por sentirse preparado para triunfar de nuevo al más alto nivel.
El aplicado Rafael, como le llaman sus próximos, sale a la cancha como un toro, con la fe y el empuje que le caracterizan y la ilusión y la frescura de un niño, como si de la primera vez se tratase. Busca el revés de Soderling con pelotas altas, de repente sorprende con un revés cortado a los pies del rival. Defiende cada bola como si le fuera la vida en ella, deja que sea el otro quien tenga que asumir todo el esfuerzo de imprimir fuerza a la bola, pero de repente, en cuanto ve hueco, el manacorí ejecuta un golpe ganador incontestable. Máxima concentración con el saque. Iguala en 'aces' (7) al 'cañonero' escandinavo, pero sobre todo muestra su superioridad en el instante cumbre, en aquel que diferencia a los cracks de los muy buenos. Nadalsalva las ocho bolas de 'break' en contra, resguarda el servicio de principio a fin.
Soderling progresa en la segunda manga. Antes de su inicio Rafa se dirige preocupado a Toni: "Está cambiando el tiempo" (el cielo se nubla, teme que cada vez haya más humedad, lo que beneficiaría el tenis del oponente). "Venga, venga", le resta importancia el técnico. Y el sobrino reponde, su pantalla antimisiles doblega el empuje del sueco, que se desespera paulatinamente. No logra quebrar el saque de Rafa ni imponer sus 'palos', enfrente hay un muro en el que rebota prácticamente todo.
Es el retorno del rey, del mejor Rafa Nadal

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